La Barba, Entre Necesidad Y Moda (Psicobarbería)
En época de cambios sociales, las barbas siempre surgen, y en España, en Europa, estamos en la antesala de un gran cambio social, e intelectual con todas las incertidumbres que ello supone, y ello precisamente también se nota en que las barbas han vuelto a surgir; no es casual que surjan en ciertos momentos de la historia previos a grandes cambios, a grandes giros sociales como los que se avecinan.

La barba corta no surge casualmente en épocas de conflictos sociales, y es que aunque analíticamente no entendiéramos antes el porqué nos dejábamos barba, lo que si teníamos claro es que uno con barba siempre impone más.
La barba nos sirve a los hombres para aparentar ser más duros de cara a los demás al ocultar ciertos músculos de nuestro rostro, esos que denotan emociones en nuestra expresión como pueden ser la felicidad, la indignación, el enfado, la indiferencia, el miedo… y por eso en momentos de revolución la barba surge, es como un escudo para los hombres, para que no se vean en nuestra cara todas nuestras emociones, dudas o miedos.

A partir de unos 3 cm de largo en la barba hace que muchos de los músculos de nuestro cara, en especial los que están en el contorno de la boca y que denotan nuestras expresiones, queden ocultos bajo el pelo. Haciéndonos inexpresivos o fríos a simple vista al no poder interpretar esos movimientos musculares lo cual siempre desconcierta y pone en guardia a los demás.
Pero con todo, también se da que la barba es un rasgo exclusivo del genero masculino, y los hombres nos hemos dado cuenta también de que nos distingue de las mujeres, y nos queda bien, de que podemos equilibrar nuestra proporción áurea con ella para ser más atractivos, más impenetrables o difícilmente interpretables que es algo que despierta atracción. Y es que el misterio gusta, y atrae, y nos hemos percatado de ello a través del cine, de la literatura y de personajes de la sociedad como cantantes, futbolistas, actores.…
Además afeitarse nos resulta una dura agresión para la piel que muchos ya no estamos dispuestos a seguir realizando por costumbrismo, y tampoco nos gusta la cara de niños formales que nos da afeitarnos, y más en estos tiempos de cambios; no parecemos tan duros si nos afeitamos, y nos gusta parecer duros para intimidar a la competencia o al adversario, y así partir de una situación ventajosa en la contienda que es la vida.

Cuando una moda o tendencia surge deberíamos preguntarnos siempre el porqué. ¿Qué carencias o necesidades cubre? ¿Y porqué surge en este y no en otro momento?. Si no nos hacemos estas preguntas no entenderemos esa tendencia en verdad.
Con todo también se da otro matiz más que yo creo que nos ha llevado a los hombres a refugiarnos en rasgos de género propios masculinos como llevar barba, bigote o disminuciones extremas como el “Fade”, y es que las chicas, sobre todo las nuevas generaciones, parecen habernos tomado como ejemplo a seguir tanto en la forma de hablar (entre ellas mismas se refieren como “tío” en vez de !tía!), en el vestir (se enfundan los pechos para que no se marquen y poder llevar camisetas ajustadas, llevan pantalones caídos, gorras, ropa interior masculina…), y hasta en algunos cortes de pelo pues no sólo lo llevan corto, sino que algunas se rapan media melena; cosa que a los hombres no nos ha gustado nada pues nos hace perder parte de nuestra identidad, esa que nos distinguía como genero en lo social más allá de lo biológico, y creo que por ello estamos buscando una identidad más claramente masculina y que marque más nuestros rasgos como hombres en la sociedad, y donde las chicas no se atrevan a llegar. Cuando una chica habla como un hombre, se viste como un hombre y se comporta como un hombre es algo que a la mayoría no nos atrae, es como acostarse como un amigo, y eso no nos gusta.

Si antaño fuimos los hombres los que nos dejamos el pelo largo y copiamos moda y modos a las mujeres durante los años 70 con camisas de flores, pantalones de pata de elefantes… ahora, en este momento en el cual habíamos recuperado una identidad como género másculino ellas comienzan el proceso andrógino hacía nosotros, pareciéndose cada vez más, y haciéndonos perder el papel social que hasta ahora desempeñábamos, haciendo que nos refugiemos en barbas, bigotes y cortes de pelo cada vez más extremos o antiguos como tupes de los años 50 o cortes más victorianos, otras épocas donde el papel del hombre socialmente estaba más definido, y donde encontramos esa tranquilidad de asumir un rol, aunque sea de otra época.
Toda esta combinación de aconteceres ha dado lugar a que la barba se ponga de moda como dicen algunos, o que haya surgido como una necesidad de los hombres en estas latitudes como el resultado de toda una suma que va desde el momento de transición hacía un gran cambio en lo social, que nos hace más alfas, más masculinos, y que además nos sirve para diferenciarnos de las mujeres que se intentan apoderar de parte de los rasgos de género sociales que los hombres usámos hasta ahora.

Antaño las faldas eran propias de hombres, el kilt es el ultimo testigo que se mantiene hasta nuestros días, pero que sólo ha quedado como traje ceremonial escocés para ocasiones especiales.
Ello en su conjunto nos ha desbordado, y hemos vuelto a refugiarnos en las barbas, en los bigotes, y en los cortes de pelo muy cortos, casi extremos. Y es que nos toca redefinirnos una vez más en la historia a los hombres, estamos en uno de esos momentos de transición, y sí digo una vez más, pues las mujeres van avanzando hacía la igualdad que es lo normal y justo, pero a veces lo hacen tomándonos como ejemplo y copiando nuestras costumbres y roles sociales, nuestros rasgos, nuestros modos o modales pues así se busca la equiparación para que las reconozcamos como iguales cosa que no siempre hacemos; pero a nosotros nos surge la necesidad de definirnos, de diferenciarnos como género propio desde un punto de vista social, que no es tampoco nada malo. Ya nos paso en la historia con las faldas, con los collares, con los pendientes y un largo etc… de prendas y complementos que eran masculinos hasta que las mujeres decidieron hacerlos suyos también, y entonces los hombres para redefinirse socialmente frente a ellas renunciaron a seguir poniéndose; buscando otros complementos, otros símbolos, otros clicles ante el avance imparable de las mujeres, y nuestra necesidad de definirnos y diferenciarnos como género ante ellas y ante nosotros mismos en el plano social y visual.
Ismael, The Barber